Sunday, December 31, 2006

Dios tiene un propósito para nuestras vidas (Parte I)



Cecilia Arias, Abril 20, 2006.
Devocional Domingo

Comunidad Cristiana

Esta vez quiero compartirles algo diferente, algo más personal, pero es algo que demuestra que Dios tiene planes que desconocemos, y que cuando le amamos con todo el corazón, y deseamos hacer su voluntad, sus propósitos se van cumpliendo en nosotros. Esto que les compartiré es nuestra historia de amor, de Franco, mía y el Señor, y se las quiero contar porque es bastante asombrosa y sorprendente, una historia muy poco común, según nos han dicho quienes la han escuchado.
Era febrero de 1989, era mi primer campamento, y además lejos de mis papás, de hecho ellos mismos con mi abuelita me fueron a dejar a El Vergel en Angol, a una hora y media desde mi ciudad Temuco (Chile). Era un Encuentro Nacional del Grupo Bíblico Universitario, donde nos reuniríamos unos 70 jóvenes chilenos de distintas ciudades, universidades, carreras y denominaciones evangélicas. Me recuerdo que cuando llegamos mi papá y yo pasábamos cargando mis grandes bolsos, para dejarme bien ubicada en ese recinto que se que había arrendado para este evento, la primera persona que veo fue un joven, super delgado (flaco), que nos miraba pasar, sin decir “hola” ni tampoco ofrecerse para ayudarnos. En ese momento no me di cuenta de ese detalle, pero ahora con los años lo recuerdo como un detalle importante, pues ese jovencito es mi esposo.
Fue así que luego ví que ese mismo joven (Franco) era del grupo que organizaba tan hermoso evento, él estaba a cargo de dirigirnos en la alabanza, y yo era una cristiana super nueva, recién bautizada en noviembre 25 de 1988, me veía sorprendida de ver tantos jóvenes que adoraban a Dios con todo el corazón, más aún me impresionaba Franco que nos enseñaba y guiaba a cantarle al Señor. Luego de unos días, después del Congreso que duraba como tres días, cuando comenzamos el campamento general, empezaron también los estudios bíblicos inductivos por grupo de 5 personas, supe que Franco sería el líder del grupo donde me tocaba estar. Luego ya casada me enteré que había sido un poco “manipulado” por las autoridades del evento, para que quedaramos juntos.
Nos fuimos haciendo amigos, y yo cada día me veía maravillada de hallar a un ángel en el cuerpo de un joven tan lindo. Como yo era nueva él me enseñaba, yo le preguntaba, y juntos preparábamos los estudios bíblicos. También me empezó a compartir las alabanzas que él había escrito. Y yo con todo me veía fascinada. En eso nos dimos cuenta que a pesar de que él era de la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera, y yo que tenía una mezcla de los Bautistas y la Comunidad Cristiana, me contó que se escapaba de su iglesia para poder ir al momento de la alabanza en la Comunidad Cristiana de Concepción, así que eso fue clave para que nos hiciéramos más amigos, ya que en el GBU casi no habían jóvenes de Comunidad Cristiana, y esto nos unió ya que conocíamos las mismas alabanzas.
El 17 de febrero junto a una laguna llena de flores de loto, me cantó una canción que había hecho para mí, la letra dice así: "Me gusta tu mirada y tu manera de ser, tan bella como el amanecer, eres mi negrita tan suave, yo te quiero siempre así, eres super especial, mi complemento ideal, y me gustas tú, mi negrita". Después me hizo cerrar los ojos y al abrirlos me regaló un turrón, y me pidió pololeo (pololeo = compromiso serio antes de estar de novios para casarse), yo a pesar que estaba advertida por mi mamá que no debía volver pololeando, Franco destruyó estos argumentos diciendo que para poder conocernos mejor y mantener nuestra amistad sería mejor que nos comprometiéramos, ya que después del evento él se iría a Talca su ciudad, a 3 horas y media de ahí, bastante kilómetros al norte, y yo al sur a Temuco a cinco horas de Talca. Además Franco estudiaba en la universidad en Concepción, una ciudad a 4 horas de la mía. Fue así que acepté pololear.
Cuando yo les conté como era Franco a mi familia les gustó mucho y quisieron conocerlo, desde esa vez fueron sus cómplices de por vida. Hablábamos por teléfono muy pocas veces, pero solíamos vernos en los eventos del GBU, también Franco llegaba de sorpresa a verme, a veces viajando en camiones que lo llevaban gratis sin conocerlo (a dedo). Todas las semanas nos escribíamos por lo menos una carta. El cartero ya se había hecho amigo de mi familia pues lo veíamos siempre, trayendo sobres especiales, de colores hermosos hechos a mano por Franco, otras veces unos sobres pequeñísimos, y en otras unos tremendos sobres que no cabían en el maletín del cartero, siempre sorprendiéndome. Me enviaba carteles y lienzos de papel hechos por él, donde decía que me amaba, y yo iba empapelando mi cuarto con todo esto. Me mandaba cassettes donde me cantaba las alabanzas del campamento, también las que él había compuesto, me grababa mensajes, y me grababa cultos de la Comunidad Cristiana de Concepción. Por supuesto que yo con mis cartas trataba de hacer lo mismo, en especial le contaba cada detalle de lo que hacía y me pasaba diariamente.
En este tiempo tan lindo de pololeo a Franco se le ocurrió que cada miércoles a cierta hora en la noche leyéramos el mismo capítulo de los salmos. Me di cuenta que yo cumplí fielmente, él a veces no pudo. Me enseñó más de Dios y de la vida cristiana. Ambos veníamos de transfondos sumamente diferentes, familias con diferentes perspectivas, diferente forma de vida y muy diferente situación económica (según la opinión de Franco). Franco venía de un ambiente evangélico tradicional fuerte, yo de uno católico medio esotérico. Lo que nos ayudó a no ver estas diferencias era que él había crecido en colegios Católicos y yo en un colegio Bautista. Y las metas a futuro eran similares, terminar nuestras carreras y servir al Señor en la Misión, cualquiera fuera el país y las circunstancias, es decir, como misioneros a tiempo completo o con nuestras profesiones. De hecho ambos fuimos líderes en el área de misiones en nuestros GBU locales. Ambos teníamos la misma pasión de agradar a Dios con nuestras vidas y de evangelizar en las universidades. Franco fue un gran ejemplo de cristianismo para mi familia, de hecho aún lo mencionan como el pastor de la familia. Durante ese tiempo me regaló una foto que nos sacamos en Angol, donde mencionaba que yo era la persona que él esperaba. Todo era muy lindo, pasaron los meses, llegó Diciembre de ese año 1989, y yo decidí terminar, si bien todo era lindo, yo veía que el vernos y comunicarnos necesitaba de un gran sacrificio, especialmente de Franco, pues no era yo la que viajaba a verlo, ya que él vivía en una pensión con más amigos, ni yo la que llamaba, porque simplemente no tenía permiso en mi casa para llamadas fuera de la ciudad, y él no tenía teléfono en su pensión. Por otro lado veía a mis 2 hermanos como disfrutaban cada día de la compañía de sus pololas, que además casi eran parte de nuestra familia, pues comían y salían de vacaciones con nosotros, y yo siempre me veía sola. A diferencia de mi familia, la familia de Franco nunca estuvo de acuerdo en invitarme y conocerme. Yo desconocía su vida en familia, no conocía sus amigos ni su iglesia, cosas que él si conocía de mí. Todo esto fue haciendo que necesitara terminar con algo que yo no sabía para donde iba, ambos recíen comenzábamos nuestras carreras, vivíamos muy lejos, casi no nos veíamos, oré a Dios para que me dijera qué hacer, y sentí que Dios estaba de acuerdo conmigo. El 16 de Dic. cuando él me llamó, le di la noticia, él no estuvo de acuerdo pero accedió obligado, ¿qué más podía hacer?
Nos volvimos a ver en febrero del 90 en un campamento nacional en el Tabo, en las playas más al norte de Santiago. Él había ido a Brasil a un encuentro internacional del GBU, pero igual andaba muy triste, sin embargo cuando dirigía la alabanza nos mirábamos, y todo el mundo decía que aún nos queríamos. Conversamos, pero no volvimos. Luego nos vimos en Septiembre en otro evento nacional cerca de mi ciudad en Licán Ray, ahí me dijo que se vendría en Diciembre con sus padres a Miami USA, y que él era capaz de quedarse por mí, yo le dije que no, pues yo no quería asumir una responsabilidad de esa magnitud, ya que nadie sabía si lo nuestro funcionaría. Pero esa vez él me dijo: “para mí lo nuestro no ha acabado”, eso me dolió mucho, pues yo no quería quedar atada a él.
En esos días el GBU me celebró mi cumpleaños en mi casa de sorpresa y Franco también llegó de sorpresa y me regaló un cuadro dibujado y enmarcado por él, me pidió que nunca me deshiciera de ese cuadro, que lo tuviera siempre conmigo, esto me lo especificó porque había visto que yo había sacado todos los carteles y lienzos que él me había mandado.