Monday, October 02, 2006

"Un Cambio de Sueño y Vocación"

Cecilia Arias
Devocional Comunidad Cristiana
Octubre 01, 2006.

Crecí en un hogar no cristiano, donde mi mamá me inculcó desde pequeña que estudiara y sacara una carrera para no depender de un esposo. Por otro lado mi papá con gran esfuerzo nos pagó el mejor colegio de la ciudad para asegurarnos una buena carrera en la universidad. Fue así que llegué a estudiar Ingeniería Civil Industrial, una carrera que duraba 6 años porque tenía una especialidad en informática, pero casi nadie sacaba la carrera en ese lapso de tiempo, antes se retiraban o cambiaban de carrera, otros se atrasaban varios años y algunos también llegaban a clínicas siquiátricas por el mucho estress y la gran competitividad que se da en las universidades estatales en Chile, donde no basta pasar el examen de admisión, y los siguientes exámenes sino también es necesario ser fuerte emocional e intelectualmente para resistir la lucha injusta contra los profesores que no permiten que muchos alumnos se graduen.
En ese marco comenzó mi lucha y el anhelo profundo de ser la mejor. A futuro me veía como una gran ejecutiva, vestida elegantemente con un maletín de mi mano bajando en un automóvil último modelo. Me veía soltera y exitosa en mi profesión, no veía ni esposo ni hijos. Ese era mi sueño.
El primer año entramos 120 alumnos a mi promoción, a mitad de año no éramos más de 70. Yo me hice famosa entre mis compañeros por ser una de las 6, entre puros hombres en ir al día, sin haber reprobado ningún curso o ramo, y por llevar excelentes notas. Al año siguiente (1988), comencé a conocer de Dios en el GBU (Grupo Bíblico Universitario), y a finales de ese año me bauticé. Si bien yo había sido sincera en entregar mi vida al Señor, en el fondo, muy en el fondo yo pensaba que ahora con Dios de mi parte me iría aún mejor. Pero no fue así, después de mi bautizo el siguiente semestre fue el peor en la universidad, ya había conocido a Franco, y él vió como entré en una crisis terrible, al punto de cuestionarme el para qué seguir a Cristo. No podía creer que estuviera sacando malas notas, aunque estuviera mejor que muchos de mis compañeros, pues a esa altura ya no habíamos más de 30 que continuábamos. Dios empezaba a quitarme la prioridad de mi vida, empezaba a romper la vasija para hacerla de nuevo.
Un año después de esto fui al campamento de Comunidad Cristiana, en un bosque de pinos donde cada familia llevaba su carpa, un lugar hermoso con río y cascadas, y estando un día en la reunión de jóvenes, el pastor a cargo comienza a decir que el mundo ha equivocado el rumbo, que a las mujeres las están criando para la universidad, y han olvidado criarlas para ser esposas y madres. Como era un espacio abierto me levanté y me fui a mi carpa muy enojada, porque pensé que eran machistas y que solo imaginaban a la mujer relegada a ser dueña de casa y nada más. Norma una hermana que guiaba el grupo de mi mamá, ella era kinesióloga, fue a conversar conmigo y me explicó que no era lo que yo creía, ella llevaba años con estos hermanos y siempre había ejercido su profesión, me dijo que era cierto que las familias de hoy no nos enseñaban a valorar nuestro rol como mujeres, como madres y esposas. Y era cierto, yo no sabía ni cocinar, y había crecido oyendo a mi mamá sentirse cansada de los quehaceres de la casa, y por supuesto yo deseaba escapar de esa cruel realidad.
Unos años después conversando con un grupo de hermanos había un matrimonio que eran consejeros de matrimonios en su iglesia, y mi mamá que con Cristo en su vida ya había cambiado su forma de pensar quizo aprovechar la oportunidad, pues estaba muy preocupada de que yo no deseara casarme a futuro y trató de que ellos me motivaran. Fue tiempo perdido, pues aunque yo era cristiana no veía necesario formar una familia. Aún me veía una profesional soltera, exitosa pero cristiana.
Sin embargo mi amor por el Señor y su amor aún mayor por mí, fueron más fuerte, y poco a poco Dios empezó a ser primero en mi vida, sin darme cuenta El fue desplazando a mi sueño. Fue así que llegó el día que el Señor me hizo llevar mi sueño al altar del sacrificio como Abraham a su hijo. En mayo 1992 una misionera Colombiana me menciona la posibilidad de que me fuera de misionera con ella al Uruguay, por varios años, apoyada por la CIEE (Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos), pero me explica que yo sería la segunda opción, pues estaban esperando respuesta de otra persona que aparentemente estaba teniendo problemas para ir. En ese momento no lo pensé 2 veces, me quedaban 2 años para terminar mi carrera, estaba avanzando a muy buen ritmo, pero dentro de mí dije sí, dejaba todo y me iba, antes hablé con mi papá, pensé que ese sería mi primer obstáculo, que pensaría en todo lo que había invertido en mí para que ahora terminara así, pero me dijo que me apoyaba, que si era de Dios y todo se daba bien, él y mi mamá me apoyarían. También mi iglesia Bautista me ofreció apoyo económico. Pasó el tiempo, y me avisan que no sería necesario pues la otra persona había soluciondo todo. Me dio tristeza, pero conversando con mis padres nos dimos cuenta que Dios había probado nuestro corazón.
Fue así que me gradué muy bien de mi carrera a los 6 años y medio, con Distinción Máxima. Pero ahora mi corazón era del Señor, entregué este triunfo a El, y acepté su llamado, a mi nueva vocación. A pesar de que he probado el trabajar aquí en USA, para probarme en el inglés y sentir que sí lo puedo hacer, no cambio un trabajo ni un sueldo por estar con mis hijos, por disfrutar cada adelanto que van dando, poder ir a dejarlas y buscarlas al colegio, ayudar en sus salas de clase, ir a sus field trip o paseos de curso, poder pasar las vacaciones juntas yendo a museos y a la playa, mientras muchos otros niños se pasan todo el verano en un campamento de verano porque sus padres trabajan y no tienen quien los cuide. Sin embargo, el ser dueña de casa no es fácil, muchos menosprecian esta gran vocación, y porqué no decir carrera o profesión, pues una mamá en casa, trabaja 24 horas, con un sueldo que los demás no pueden contar ni ver, no tenemos colegas de trabajo con quienes conversar o almorzar juntos, no tenemos vacaciones, y más encima se nos cataloga como “personas que no trabajan”.
Por otro lado se siente una gran presión. Todos estos años he tenido que ver como muchos conocidos y amigos me mandan a trabajar, hasta curso de dactilografía en video me han prestado para que aprenda algún oficio y salga a buscar trabajo, un pastor en Hialeah me decía cuando Rayén nació, “ven a dejarla a la guardería de la iglesia y tú buscas trabajo”, mi hermano menor que me admira y me encuentra muy inteligente más de una vez me ha dicho que por haberme quedado en casa soy “un cerebro perdido”, mi papá hasta hace poco me motivaba a buscar trabajo en mi carrera (ahora valora que yo cuide tan bien de sus nietecitas), amigas me han dicho que como hago para gastar un dinero que no me he ganado yo. Creo que muchos aún no entienden que yo ya tengo un trabajo, y muy bien pagado, pues tengo una familia maravillosa que ama a Dios y valora todo lo que me esmero por ser una buena mamá y esposa, tengo un esposo que me ama, me apoya y valora todo mi trabajo, de hecho se molesta mucho cuando todos dicen que yo no trabajo, pues él piensa que yo trabajo más que muchas otras mujeres, pues lo vemos a diario como muchas nos han reconocido que prefieren buscar un trabajo para esquivar o escapar del trabajo de la casa y de cuidar a sus hijos.
Como no amar esta nueva vocación que Dios me ha dado cuando veo las caritas de mis hijos cuando los amamanto, cuando veo sus primeros pasitos, cuando soy la primera en escuchar sus primeras palabras, cuando soy yo la que escucha sus secretos, sus tristezas y alegrías, como no me voy a sentir bien pagada cuando aprendo una nueva receta que Franco la disfruta y la agradece. Sé que no ha sido fácil, nadie me enseñó para valorar mi rol. En los primeros años de casada, muchas veces lloré junto a Franco sintiendo que no valía nada, que no estaba haciendo nada de importancia, ni aportaba nada, pero él con su gran amor y paciencia me ha ayudado a valorar esta misión, sí así lo veo hoy, esta es la misión que Dios me ha dado, dar todo de mí para tener una familia que lo ame a El, ser la ayuda idónea de Franco como Dios espera que sea, y criando hijos para su reino, guardando buenas semillas para el futuro.
Termino con esto, creo que todos tenemos sueños, y a veces vivimos frustrados porque no vemos que se cumplan, quizás debamos revisar si esos sueños son los mismos que tiene Dios para nosotros, y si no son los mismos, no luchemos con Dios, llevemos esos sueños al altar del sacrificio y ofrescámoslos a El, sin duda que el obedecer a su llamdo no siempre es fácil, pero seguro que sí sentiremos paz y gozo de estar haciendo su voluntad. Que el Señor nos de sabiduría y valentía para oír y obedecer a su llamado.

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